Familiares con los que tenéis poco o ningún contacto, colegas de trabajo, compañeros del gym, vecinos, conocidos y saludados... todos son susceptibles autoinvitarse a la boda. Y eso puede suponer un problema.
Nadie debería asumir que está convidado a la boda, ni siquiera las personas más cercanas. Sois vosotros los que decidís con quiénes queréis compartir ese día, no ellos. De hecho, una persona con un mínimo de educación y respeto, no da nunca por hecho que está convocado a un evento, salvo que reciba la invitación o se le comunique expresamente.
Aunque el momento de decirle a alguien que no está en la lista de asistentes es muy incómodo para ambas partes, es mejor hacerlo cuanto antes... y de forma lo más cortés posible.
Eso no quiere decir que tengáis que justificaros por no invitar a alguien a la boda; simplemente podéis ofrecer una razón, cierta o no, para no herir sus sentimientos. Soy de las que cree firmemente en que el equilibrio entre la asertividad y la delicadeza.
Algunos de esos motivos que podéis dar para no invitar a algunas personas son:
1.- Que vuestro presupuesto es muy limitado.
Invitad atendiendo a dos factores: el presupuesto y el corazón. |
La razón: los invitados deberían saber que, aunque os regalen dinero, la boda no cuesta sólo el cubierto (que es lo que muchos asistentes suelen aportar) multiplicado por el número de asistentes, sino muchas más partidas que se incrementan si la lista de invitados es más larga (invitaciones, menús, regalos, etc.); por eso, cuánto más grande sea la boda, más cara será. Si tenéis pocos recursos, lo más lógico es que busquéis una boda íntima y económica.
Quién no lo entenderá: el que piensa que con el regalo en dinero está todo más que cubierto. En general este motivo no suele comprenderlo aquél que no ha conocido estrecheces económicas.
2.- Que sólo invitaréis a la familia y amigos más cercanos.
La razón: vamos, que queréis una boda íntima; por vuestro carácter, vuestras circunstancias o vuestras preferencias.
Quién no lo entenderá: el que sobreentienda que es familia o amigo íntimo, aunque se trate del vecino del cuarto del edificio donde pasaste tu niñez y del que no recuerdas ni el nombre. Tampoco el que no comprenda el concepto de evento íntimo y crea que todo lo que no esté a la altura de una boda real no tiene razón de ser.
3.- Que vuestras familias son muy numerosas y no vais a poder invitar a los amigos.
La razón: la costumbre dicta que debería estar la familia antes que los amigos a la hora de preparar la lista de invitados, no parece que eso sea algo difícil de entender.
Quién no lo entenderá: el que se sienta familia, aunque no lo sea.
4.- Que sólo queréis una boda entre amigos.
Una boda sólo entre amigos: ¿por qué no? |
Quién no lo entenderá: el que esté muy apegado a las normas y tradiciones. También el que crea que, por tener algún vínculo familiar, tiene pleno derecho de asistir a la boda; incluso si no tiene trato con los novios.
5.- Que el lugar donde vais a celebrar la ceremonia o el banquete tiene un aforo limitado.
La razón: es obvia, si no hay espacio, no hay espacio. Si el aforo es de 100 personas, difícilmente se podrán encajar a 150, al menos de forma confortable... y legal.
Quién no lo entenderá: aquél que crea que si el sitio es pequeño, deberiais eliminar a otras personas, no a él. Si es el perejil de todas las salsas, lo normal es que otro más insignificante le ceda el lugar, literalmente (léase con profunda ironía).
6.- Que no tenéis muy claro todavía a quiénes vais a poder invitar.
La razón: si se sabe leer entre líneas, cualquiera se daría cuenta de que es una excusa amable para decir que no se está invitado.
Quién no lo entenderá: los que tengan poca perspicacia y habilidades sociales tendentes a cero. Tampoco lo comprenderá el que piense que no podéis casaros sin que esté allí (también con ironía, of course).
7.- Que estará invitada alguna persona con la que tienen diferencias irreconciliables.
La razón: si ya habéis invitado a su némesis a la boda, esa persona no desearía estar en vuestra boda por nada del mundo; primero porque no querría pasar un mal trago y, segundo, porque evitaría por todos los medios la tentación de una agria discusión que os arruinaría la boda.
Quién no lo entenderá: el que sea muy soberbio y piense que quien tiene que renunciar a ir a la boda es la otra persona. También al que no le importe que se arme un buen escándalo, aunque se trata del día de vuestra boda.
En cualquier caso, cualquier persona mínimamente observadora y considerada, se daría cuenta de que todos los motivos anteriores, son una forma elegante y educada de decir que esa persona no está invitada... y punto.
Si la cosa se complica, hay varias alternativas:
- Recurrir a un tercero para que comunique a esa persona de forma clara (y respetuosa, por favor) que no está en la lista de asistentes. Hay ocasiones en las que un mediador, por decirlo de algún modo, quita hierro al asunto. Eso sí, la persona que haga de mensajero, debería tener presente que es fácil que termine siendo el blanco de las iras del no-invitado.
- Invitarle sólo a la ceremonia, sobre todo si se ha alegado que el lugar del banquete es pequeño. Si está realmente interesado en acompañaros ese día, no le importará no asistir a la recepción. Otra opción válida es convidarle únicamente al baile.
- Hacer una comida o cena con esas personas a las que no habéis invitado para celebrar que os casáis. También puede ser un café o unas cañas después de la jornada laboral, todo depende de las personas y de la relación que os una. Podéis hacer esa reunión antes o después de la boda, en privado con cada persona o pareja o reuniendo a distintos grupos afines. Esta opción es ideal para las personas a las que no queréis (o no podéis) invitar, pero con las que deseáis tener algún tipo de detalle.
Los invitados deben haceros sentir cómodos |
Tanto desde mi experiencia personal como profesional en el sector nupcial, os puedo decir que este tipo de situaciones son delicadas, pero que suelen ser menos problemáticas en la realidad que en la práctica.
Y, además, hay un mal que remedia todo: el tiempo. Pasados unos meses, los que se sientan agraviados por no haber estado invitados a la boda, lo olvidarán... y vosotros también.
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