Y ese estrés, junto con la enorme cantidad de decisiones que hay que tomar a lo largo de la organización, puede ser motivo de discusiones en la pareja.
A continuación os cuento algunos de los motivos más habituales que propician desencuentros a lo largo de la preparación de la boda:
Presupuesto
Uno de los puntos de la organización que suele generar más problemas es el de la inversión que se va a realizar en la boda, viaje de novios incluido.
Para evitar discusiones en este sentido sería conveniente que, antes de comenzar a organizar nada, decidierais cuánto os vais a gastar. Y esa decisión debería ser tomada por ambos, incluso si los ingresos provienen sólo de uno de vosotros. Al fin y al cabo, la aventura de la boda y sus consecuencias económicas os conciernen a los dos
Es importante que a la hora de planificar ese gasto, lo hagáis de una forma realista, teniendo en cuenta la cantidad de dinero a la que podéis acceder vosotros mismos. Ya sea procedente de vuestros ahorros o de algún tipo de financiación, pero sin contar con los posibles regalos en dinero de los invitados. Esa será la mejor forma de no encontrarse con una sorpresa desagradable a la hora de hacer el recuento de los ingresos en la cuenta bancaria o de los consabidos sobres...
Por otra parte, no sólo es importante que decidáis cuánto, también en qué os vais a gastar ese dinero. Valorad entre los dos cuáles son las partidas más importantes para vosotros y poned la mayor parte del dinero en ellas y recortad o eliminad las que os parezcan prescindibles.
Os sugiero que todo eso lo vayáis poniendo en papel, porque os quedarán más claras las cosas y, en caso de duda, siempre tendréis un recordatorio a mano. Y eso ayuda bastante a ajustarse al presupuesto.
Tipo de ceremonia
¿Religiosa? ¿Civil? ¿Simbólica? En caso de que cada uno tenga una opinión distinta en cuanto a cómo debe ser la ceremonia, la cosa se puede complicar. Las convicciones en este sentido suelen ser fuertes, por lo que os aconsejo que os sentéis tranquilamente (tranquilamente... y solos, sin padres ni hermanos de por medio) y habléis acerca de las razones y lo que supone para cada uno de vosotros una u otra elección.
A partir de esos argumentos, prescindiendo de las presiones externas y la cabezonería infantil, lo ideal es llegar a una entente cordiale.
Os pongo un ejemplo. Ella prefiere una ceremonia civil, porque no es creyente y huye de todo lo que tiene que ver con la religión. Él, un poco por convicción y un mucho por la presión de sus padres, quiere una ceremonia religiosa a toda costa. Menudo lío, ¿verdad? Si ambos se enrocan en sus posiciones, la cosa pinta mal. Quizás la solución a este problema sea que, escuchando al otro (de corazón), cada uno valore para quién supone más sacrificio ceder.
Al fin y al cabo, lo que importa es con quién os vais a casar, no el cómo.
Lugar de celebración
Otro punto que puede generar discusión es el lugar. ¿En mi ciudad o en la tuya? ¿En mi parroquia o en la tuya? ¿En una finca o en un hotel rural?
Para llegar a este tipo de elección, lo más importante no debería ser lo que quiere uno o quiere el otro, sino lo que es más adecuado para el presupuesto, el tipo de boda y el número de invitados que tenéis previstos.
Por mucho que a alguno guste una boda en la playa, si la mayoría de vuestros invitados no se pueden desplazar, deberíais eliminarlo de la lista de posibles lugares. O, por mucha ilusión que os haga a uno de vosotros el que la ceremonia se celebre en la catedral de vuestra ciudad, si vais a ser 20 invitados, quizás lo mejor sería buscar una iglesia más íntima y acogedora.
Y en caso de que las elecciones de ambos sean apropiadas, si la otra persona ha cedido ya en alguna parte de la organización... ¿por qué cedes tú en ésta? Y viceversa, claro
Invitados
Este es un motivo de polémica, porque entran en juego muchos factores: compromisos propios que no son los de la otra persona, compromisos de los padres de ambos, personas non gratas para alguno de los dos..
Antes de elaborar la lista de invitados y poneros a discrepar, consultad el presupuesto, porque eso marcará la cantidad de personas a las que podéis invitar. Eso facilita algo las cosas.
Después os sugiero que hagáis dos listas, una para cada uno, con los invitados clasificados según la importancia que tienen esos invitados para vosotros. La idea es que estén lo más igualadas posible en cuanto a número de candidatos. Luego sólo tendréis que ir tachando un invitado cada uno, hasta que lleguéis al número total que hayáis decidido de antemano.
Padrinos
Si os vais a regir por la tradición, no tendréis ningún problema, puesto que está claro: padre o familiar varón más cercano a la novia = padrino y madre o familiar femenino más cercano al novio = madrina.
El problema puede surgir si vais a elegir otro tipo de fórmulas. En este caso os aconsejo que sigáis el mismo criterio que con la ceremonia.
Suegros
En este caso las dificultades surgen cuando el suegro o la suegra (o ambos) quieren tomarse más atribuciones que las que quiere la pareja.
No dejéis que nadie ni nada se interponga entre vosotros |
Si no pactáis este asunto antes, lo más probable es que cuando alguno de los suegros se exceda en sus funciones, el hijo (o hija) defienda a su padre o su madre... y la confrontación ya está servida.
Y, como siempre recomiendo, si recortáis las funciones de padres o suegros en la mayor parte de la boda, dejadles que participen en algún punto de la boda. Puede ser eligiendo algo (algún elemento de la decoración, la música de la ceremonia, los detalles para los invitados...) o participando en la ceremonia o la recepción del algún modo.
Hermanos y cuñados
Sucede igual que en el caso de los suegros, aunque puede haber un problema añadido si va a haber damas de honor o su equivalente masculino.
Lo ideal es que cada uno elija a sus acompañantes, independientemente del parentesco. Es decir, si la novia quiere damas de honor, no debería verse forzada a admitir a una cuñada insoportable, sólo porque es la hermana de su futuro esposo. Y viceversa. Esto, por supuesto, no supone un problema si hay buenas relaciones familiares entre todas las partes.
Reparto de tareas
La disputa en este caso puede ser por exceso o por defecto. Si uno de los componentes de la pareja se desentiende y todo el peso de la organización recae sobre el otro, puede ser fuente de discusiones, sobre todo si el organizador desea ayuda.
Y, por el contrario, si uno quiere colaborar y tomar decisiones en la planificación y ejecución de la boda y el otro no se lo permite, la discusión está servida.
Mi consejo es que decidáis de antemano quién hará qué... y por escrito. No es necesario hacer un documento ante notario, no, pero sí escribir una lista en un papel.
El reparto de tareas será más fácil, por supuesto, si contratáis a una Wedding Planner, porque la mayor parte la organización será tarea suya.
Votos
La redacción de los votos puede ser motivo de peleas, sobre todo si uno de los dos no quiere hacerlo o se lo está tomando con mucha tranquilidad, y la otra persona se lo toma mal.
Muchas veces detrás de esta negativa suele estar el miedo escénico a la hora de pronunciarlos en público, el pudor por tener que expresar sentimientos delante de mucha gente o, simplemente, la incapacidad para escribir un texto.
Habladlo, y si alguno no quiere votos, es mejor que no los haya y evitar las disputas. No son imprescindibles.
Vestuario
Y, por último, el tema del vestuario. Si cada uno de vosotros tiene un estilo distinto, es probable que disintáis a la hora de elegir la ropa y los complementos que luciréis ese día. Hablo del "yo no me pongo chaqué ni loco", el "me voy a poner tacones, sí o sí, aunque te saque la cabeza" o el "quiero llevar las Converse o no me caso"... ¿te suena?
Lo más importante: vosotros dos |
Y recordad: en la boda lo más importante es el por qué, no el cómo, el dónde o el cuándo, así que no merece la pena discutir por ello.
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La primera
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