Cuando elegimos el traje de novia es habitual ir acompañada de una pequeña legión de acompañantes para que nos den su opinión acerca del vestido.
Es toda una tradición, una diversión y... ¿un suplicio?
Es importante elegir a nuestras acompañantes tan bien como vamos a elegir el vestido.
Y, por supuesto, tener claro hasta dónde vamos a permitir que nos aconsejen...
Es muy habitual en el calor del momento fraterno-filial de la elección nos dejemos llevar por la opinión de otras personas y, cuando lo valoremos en frío, nos demos cuenta de que hemos pagado ya un vestido que no nos gusta nada; le gusta a nuestra madre, a nuestra suegra, a nuestra mejor amiga... o al lucero del alba, pero no a nosotras. Sólo tienes que ver El Vestido de Tu Boda en Divinity para comprobar los estragos de una mala elección ajena.¡Arghh!
Está muy bien que nos den su opinión, que siempre es válida, pero un consejo no debe ser seguido siempre ni al pie de la letra. Es tu día y debes sentirte radiante, no esclavizada por la bienintencionada (o no) elección ajena.
Está claro que si tu madre es muy, muy conservadora y te sigue viendo como una niña de 15 años, no te va a aconsejar que te lleves ese modelazo tipo sirena con un escote fantástico; que te ha enamorado y se ajusta a tu cuerpo y estilo. Así que, ¿qué harás? ¿le das la razón a ella y te pones el vestido de princesa que le encanta y que no está hecho para tí o le das el disgusto de su vida eligiendo el de tus sueños?
Te sugiero que elijas muy bien a tus acompañantes. Yo te diría que lo ideal es que te lleves el día de la elección a alguien que te diga siempre la verdad, a alguien a quien admires por su propio estilo y a alguien que siempre te suba la moral. Esa es para mí la combinación 10. Y si no te puedes permitir una compañía así, mi consejo es que tengas claro qué quieres, cómo lo quieres y que seas lo más asertiva posible a la hora de defender tu estilo.
Si tienes que contradecir a tu madre o a tu suegra eligiendo un vestido que no les agrada, dales el capricho de que elijan otra cosa por tí: el ramo, las invitaciones o lo detalles para los invitados, por ejemplo. Quid pro quo.
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